Recuerdos, recuerdos…
Historias de la ¿puta? mili
…En un día cualquiera de junio, los soldados regresan al cuartel, tras practicar orden de combate pegando barrigazos, junto al resto de efectivos de la 1ª compañía de fusiles del Regimiento La Reina nº 2… veo como regresa una sección de infantería, a paso ligero, con el CETME terciado, marcando el paso… observo el momento del “rompan filas”… y me fijo en que la tropa corre hacia la fuente de agua fresca, fresquísima, que brota del caño de la compañía de zapadores, que en esas circunstancias debía ser como una bendición…
La “mili”. ¡Qué palo! ¡Vaya rollo! ¡Un año perdido! Eso decían algunos. Por mi parte, cuando me tocó hacer el servicio militar, escondí mi defecto en la vista, que estaba en la frontera de las 4 dioptrías, ya que ése era el límite para poderla hacer. Muchos de mis compañeros de estudios se libraban con esos estándares (incluso en la frontera, como yo estaba, o un pelín por debajo). Precisamente por ello, porque no quería perder otro año de mi vida haciendo lo mismo de siempre, yo nunca tenía nada que alegar. Quería hacerla. Recuerdo que el primer día de estancia en el cuartel, en Cerro Muriano, enviaron de vuelta a casa a un recluta por exceso de peso. Él no podía esconderlo. Pero no es el único recuerdo, no. También recuerdo a ese hombretón llorando, porque él también quería hacerla. Mala suerte la suya…
En mi caso, de hecho, no solo elegí hacerla, sino que además elegí unidad. En esa época, hacia el final de la vigencia del servicio militar obligatorio, se disponía de esa opción, conocida en el argot como OPLA (por “oferta de plazas”). Incluso pude elegir el tipo de actividad que deseaba desempeñar en dicha unidad: fusilero-explorador. Me atraía, asimismo, la de tripulante de medios acorazados, pero me di cuenta de que para ello se exigía el graduado escolar, y pensé… ¡buf! demasiado elitista.
De esta guisa, me incorporé a una Brigada de infantería mecanizada (la entonces BRIMZ XXI). La elegí en función de la variedad de blindados que tenía de dotación, para maximizar de ese modo mi goce y disfrute. Mi intención era pasármelo en grande. En esa etapa, en la BRIMZ “Guzmán el Bueno” teníamos carros de combate M-60A3, aunque todavía pude ver un M-47E2 -es decir, con cañón de 105mm, que es un modelo único en el mundo, producto de una adaptación nacional-, cañones autopropulsados M-109, además de unos 150 BMR-600 que eran la “montura” del RIMZ en el que me integré, siempre dentro de dicha brigada. Estando allí recibimos M-113, mientras que en las postales de Navidad de ese año ya figuraba la silueta de los Leopard-2A4. Pero estos carros de combate, llamados a sustituir a los M-60A3, llegaron poco después de que me licenciara… lástima. Eso sí, pude especializarme como operador del sistema de misiles anticarro Milan. Ese hubiera sido mi puesto táctico en caso de entrar en combate.